Fruto

Hueles a durazno joven,

recién cortado,

dulce.

 

Te pruebo,

te saboreo,

te siento

y te derrites dentro de mí.

 

Hueles a flor de naranjo,

fresco y delicioso,

como noche de primavera.

 

Aspiro tu alma

me hundo en tus ángulos,

quiero robar tu último aliento.

 

Suave tacto,

me rozas como aleteo de mariposa,

cierro mis ojos

tiemblo como la tierra.

 

Me sabes como durazno joven,

hermoso,

recién cortado,

fresco,

exquisito,

delicioso y colorido…

 

Te pruebo y sí,

me sabes a durazno recién cortado.

Hechicera

Bailaré desnuda

bajo mi lámpara

la luna.

 

Libre soy,

corro salvaje

por los busques antiguos

de la historia y del olvido,

 

Tocaré la trompeta y los tambores,

guerrera soy,

hechicera soy,

no hay bardo…

no hay guerrero.

 

Sigo el camino,

encuentro mi altar

ofrezco a la Diosa

cada uno de mis himnos.

 

También soy Diosa,

hermosa,

primitiva,

llena de vida,

desbordante de amor,

vehemente,

apasionada…

libre.

Breviario

I.

Tatuajes de sinrazón y espinas,

tinta del alma,

marcada…huyo.

II.

Ilusión humo,

se extinguió,

no dejó rastro.

III.

Onda en el agua,

anillos que se multiplican,

retornan,

agua quita.

IV.

Eco en la noche,

nadie me escucha,

callo,

otro grita,

dimensión paralela,

no le escucho.

V.

Rayo de luna,

amor,

espejismo,

retorno a la soledad.

VI.

Voz del amor,

no existe,

canto de ave,

sólo eso.

VII.

Brilla el mar azul,

brilla el arena,

no era agua,

sólo dunas interminables.

VIII.

Quise el sol,

no lo alcancé,

mejor la noche,

prefiero la obscuridad.

IX.

Se acabó mi luna

sin remedio

no llueve plata,

no hay noche

sólo sombras.

X.

Río seco,

no hay corriente,

sólo sed,

sólo nada.

Corazón frío

Sirena de corazón frío

regreso al mar

con los míos.

 

No hubo fuego ardiente,

no hubo flecha certera;

mi lanza aún con filo,

mi escudo de hierro

aún sigue arriba.

 

Nadaré mi camino,

retorno a él.

 

Sirena de corazón frío

el fondo del mar mi hogar;

ya no lo dejaré,

no vuelvo a la tierra

alguna vez mi alma quiso ir.

 

Desconozco,

nada sobre humanos,

ningún dolor,

en el fondo quedaré.

 

Me volví sirena,

guardo mi corazón frío,

ni sueños,

ni amor,

ni desilusión…

sólo mar.

Magia

Ven, hechicero de los vientos,

devora mi magia de luna creciente,

antes del ocaso.

Bébete mi calor

con el mismo deseo ferviente

con que una fruta madura

anhela ser mordida.

Si has de robar mi alma

espera a que el tigre

regrese a su guarida;

asegúrate que la luna

se encuentre pletórica.

Abre mi pecho,

sácame el corazón

para que puedas lanzarlo al fuego

de nuestro deseo.

Mientras nos cosumimos

cántame al oído

un himno antiguo

que selle nuestra magia

de viento y de palabra.

Ven, hechicero,

antes del ocaso

pintemos el cielo

para el amanecer,

antes de que las bestias

salgan de su madriguera

y yo vuelva a delirar de placer.

Te me antojas…

Te me antojas como un durazno

fruta madura y dulce,

de afrodisiaca magia,

de amor y de deseo.

 

Te me antojas

como el suave manjar

que se derrite en mis labios

hambrientos de ti.

 

Te me antojas

como un vaso de agua fresca

en medio del desierto

árido y seco.

 

Te me antojas,

hombre,

con tus ángulos perfectos,

como un tarde de verano

a la orilla del mar.

 

Sé, hombre,

quien sacie mis antojos,

ven al encuentro de mi deseo,

provoca más sed en mi,

sácialo

y al final,

vuélveme a provocar.

Sirena

Cuentan que cuando una mujer tiene el corazón roto, el oído de su entendimiento salvaje se vuelve mucho más agudo que de costumbre, en ocasiones puede escuchar conversaciones lejanas, puede tener sueños premonitorios y, si por alguna causa llega a visitar el mar durante su periodo de luto, es muy probable que escuche sonidos que nunca antes hubiera escuchado.

Es posible que si se acerca a la orilla del mar, cierra sus ojos y pone mucha atención escuche el canto de las sirenas y eso se debe a que las sirenas son criaturas mágicas y antiguas de corazón  frío y su voz figura en la misma frecuencia en la que se queda ajustado el oído de una mujer con el corazón roto…

Así pues, un día, cuando recién alguien quebró mi corazón por haberlo dejado caer sin piedad desde lo alto de un risco, decidí probar la teoría y aventurarme al mar, nada perdía, todo lo contrario, me hacían alta vacaciones.

Cuando llegué al mar, busqué un sitio con rocas para poder sentarme en una y aquella espera no me resultara tan cansada… ahí me quedé admirando el horizonte por horas y horas, desde el amanecer hasta que llegó el crepúsculo, vi cómo cambió el color del cielo y justo cuando ya me iba a dar por vencida, logré escuchar un sonido muy lejano, como si viniera de otro mundo, me puse de pie y entonces traté de abrir mi entendimiento a ese nuevo sonido que percibía, al cabo de una media hora logré entender aquel canto, era extraño porque se oía como si procediera desde lo profundo de una caverna, sabía que aquel llamado era para mí y sin pensarlo me lancé al mar…me sumergí sin pensar siquiera que podría ahogarme, no, eso no me preocupaba.

Avancé y entonces me encontré con ella, una hermosa criatura de ojos grandes y misteriosos, de pómulos sobresalientes, labios gruesos y cuerpo divino, me miró y sin pronunciar palabra me pidió que la siguiera.

Nadé atrás de ella hasta que llegamos a un sitio místico, muy extraño para mí porque estaba muy iluminado como si tuviera sol propio, ahí los colores brillaban extrañamente como sacados de un sueño y los seres vivos parecían de una novela de ficción, yo sólo había visto el fondo del mar en los libros, en el cine o en la televisión, pero ahora los podía ver directamente, incluso tocar, creí esta soñando.

Pasé días y semanas jugando entre los arrecifes de coral, persiguiendo a los pecesillos pequeños y a uno que otro delfín, me gustaba esconderme y sorprenderlos y mis amigas las sirenas eran más como hermanas amorosas que cuidaban de mí, no percibía el transcurrir del tiempo porque en el fondo del mar no se puede ver la luna, pero imagino que pasaron muchas lunas antes de que tuviera curiosidad por volver a la orilla del mar, a la supericie.

Un día o noche…ya no lo sé, mientras jugaba con un delfín sin darme cuenta fui a dar hasta aquellas rocas de las que me lancé, me parecía tan lejano aquel día, más bien como lo hubiera soñado, no obstante me di cuenta del sitio en el que me encontraba y me acerqué a la gran roca desde la que me lancé tiempo atrás.

Ahí, debajo del agua, pude ver figuras humanas que se movían, pero sólo una llamó mi atención, vestía ropa de lino, que delineaba perfectamente  sus contornos, mientras yo estudiaba sus ángulos, un hermoso y estruendoso sonido me sacó de mi concentración,  le oí reir… ¡Oh! sí, aquella risa era deliciosa, se escuchaba tan musical, tan viva, tan…

Sentí como si un poder superior me jalara hacia afuera y ahí estaba, mirándole fíjamente, sus ojos se posaron sobre mí y entonces emití un sonido que de entrada me asustó, no era mi voz habitual, sonaba más bien como una dulce melodía antigua, creo que fue un llamado hipnotizante y hechizante para él porque justo en ese momento se lanzó al agua, lo tuve frente a mí, abrió sus brazos y me tendió la mano para que lo siguiera.

Yo, me quedé paralizada por un momento, sin saber qué hacer y sin saber cómo hablarle a ese hombre frente a mí con palabras humanas, luego de un instante, de nuevo me sumergí en el mar profundo que tanto dolor había sanado, dejé atrás de mí aquella figura hermosa y regresé de nuevo con los míos, los de corazón frío.

VII. Mujer viento

Efímera y ligera

con la suavidad de mis labios

recorro tu cuerpo entero

desde la frente hasta la punta de tus pies…

no te peso…

 

Extiendo mis alas,

te cubro y te rodeo,

palpo tus ángulos

y los grabo en mi memoria.

 

Un delicado susurro

provoca temblor en tu carne;

vuelo sobre ti,

soplo sobre ti,

canto sobre ti.

 

Te dejo mi aliento

incrustado en los poros.

 

Cierra los ojos,

extiende tus alas,

envuélveme con ellas

y déjame sentirte

sobre cada hueco de mi geografía…

explórame,

conquístame;

todos mis territorios te anhelan.

 

Tómame,

seamos viento cálido,

seamos brisa fresca,

seamos huracán

y cuando la calma vuelva

tú vuélveme a explorar.

Ningún varón

Ningún varón robe mis letras,

pues fueron escritas

con el carbón de mi corazón

que cada día se incendia.

 

Ningún varón calle mi voz

porque nace desde el interior

de mi pecho ardiente.

 

Ningún varón sobaje mi ánimo

porque éste crece con la pasión

de mi espíritu guerrero.

 

Ningún varón me corte las alas

porque viento soy,

libre nací volando,

y en la cumbre de la montaña

voy a morir.

¿Por qué madre..?

No me enseñaste madre

que una mujer se queda en casa

callada y hermosa.

 

Nunca me dijiste

que debía pintar mis labios

para lograr que me escucharan.

 

Jamás te preocupó

hacer de mí una dama

con las piernas cerradas

y los ojos sumisos.

 

¿Por qué no me advertiste

que para ser aceptada

tenía que callarme?

 

No me explicaste las diferencias:

Que la femineidad

significa vestir para ellos

y nos buscar la plenitud desde mis ovarios;

darle placer a ellos

sin que importe el mío;

sacrificar mis gustos y deseos

para ser objeto de los de él;

reirme de sus bromas

a costa de mi honor e inteligencia.

 

¿Por qué madre,

no me preparaste

para ser «mujer» y no persona?

 

¿Por qué nunca me dijiste

cómo verme linda?

 

Nunca me mostraste los trucos básicos:

Humedecer mis labios pero tenerlos cerrados,

jugar con mi cabello y usarlo como «arma»,

contonear mi cadera para provocar,

guiñar los ojos en señal de complicidad,

agitar mis pestañas como una coquetería…

 

¿Por qué madre,

me educaste como persona

y no como «mujer»?

 

¿Por qué me hiciste creer

que lo importante no es mi sexo

sino mi capacidad?

 

¿Por qué no me dijiste

que no importaba si estudiaba,

al fin podía casarme

para que alguien trabajara por mí?

 

Ahora ya no sé

cómo ser diferente,

ahora ya no puedo esperar

que alguien me defienda,

que alguien me cuide,

que alguien de la cara por mí…

y todo, por culpa tuya, madre.