El aire convierte mi canto

en suave pena,

nostalgia pletórica de antiguas edades.

 

Delicado murmullo

parecido a los primeros sonidos del otoño;

más como pequeñas hojas crujientes,

menos como gritos ahogados.

 

Extiendo mis brazos al viento,

pinto mis sueños de amanecer

y dejo que vuelen hasta ti

al final de su travesía.

Caminaré por la noche

una a una me tragaré

las sombras que aún quedan de ti.

 

Cuando invoque tu no presencia

espero ver desfilar en tu altar

las madrugadas que te escribí con tinta roja

a ver si consigo cubrirlas con sangre.