Afrodita

Estaba indecisa, no sabía si aceptar o no;  todavía ese día por la mañana cuando desperté pensé que en lugar de ir hacia allá, mejor me iría a trabajar, mi mente comenzó a traicionarme, me cuestionaba «¿para qué vas? ¿qué vas a ganar? ¿de qué te va a servir? «de todas formas nada va a cambiar». Al final, le gané a la lógica y preferí apostarle a mi intuición.

Llegué muy temprano, llegué primero y conforme pasaban los minutos el vestíbulo se fue llenando de gente, luego nos pasaron al salón y ya ahí todo fue cambiando; estaba sentada cuando lo vi entrar, justo en ese momento apelé a mi voluntad y mientras lo observaba ahí, de pie con su mochila sobre el hombro izquierdo intercambiando algunas recomendaciones con sus anfitriones, fue cuando yo decidí enamorarme; sí esa semana me iba a enamorar aunque sólo fuera a partir de las 9:15 de la mañana de aquel lunes hasta las 3 de la tarde del viernes que terminaran las jornadas; todo estaba dicho: me iba a enamorar de lunes a viernes de 9am a 3pm.

Así fue; porque de otra forma no habría podido disfrutar la belleza escondida y sublime de aquel hombre y de toda la experiencia que nos ofreció, no habría podido disfrutar como lo hice, aquellas sensaciones proporcionadas por uno de mis arquetipos activos: Afrodita, cuya mirada sabe ver más allá de lo evidente, sabe correr los velos del prejuicio y entiende que, aquello que llamamos hermoso no sólo es lo que todo el mundo juzga como tal; no, la Diosa del Amor y la Belleza entiende que un ser humano es hermoso porque decide serlo, no porque haya -sin mérito alguno- sido «bendecido» con la lotería genética que algunos llaman belleza.

El poder de Afrodita nos da el poder de entender la forma en que la belleza se manifiesta en cada persona, tal como dejé que hiciera conmigo cuando estuve en la misma sala que el hombre del que me enamoré aquella semana; él era el más inquietante que había visto en mucho tiempo, hacía muchos muchos muchos ¿días? ¿meses? ¡años!, diría que habían pasado muchos años antes de volver a estar en la presencia de una persona que emanara tan extraña armonía, yo no sabía de donde provenía aquel influjo, no lo sabía entonces y casi creo que aún ahora no lo sé, pero puedo estar segura de que, si lo vuelvo a ver, si lo vuelvo a tener frente a mí, me volveré a enamorar de él, aunque sólo sea por una semana entre las 9 de la mañana y las tres de la tarde.

Sueños VI

Estaba recostada en la plancha de la plaza mientras esperaba que el espectáculo comenzara o tratando de resolver mi dilema: ¿cómo reunir público para el espectáculo a las 6 de la mañana? ¡Por qué demonios se me había ocurrido comenzar a las 6 de la mañana, a esa hora la gente despierta es aquella que se está bañando, viaja rumbo a su trabajo o va de regreso a casa luego de una noche de «esparcimiento»… pero no era hora para reunir a un grupo numeroso de gente que pudiera presenciar un espectáculo circense.

Y mientras mi mente se perdía tratando de resolver ese problema, mis ojos se detuvieron ante aquella figura hermosa que poco a poco cobraba vida frente a mí -o quizá debo decir sobre mí, ya que seguía recostada con la vista hacia el cielo- era un caleidoscopio que hacía figuras cambiantes y hermosas; eran muy parecidas a las pirámides humanas que hacen en los espectáculos acuáticos, pero estas figuras estaban suspendidas en el aire, sin redes de protección, sin cuerdas, sin hilos… nada, sólo figuras humanas suspendidas en el aire haciendo figuras hermosas similares a octágonos y hexágonos, todos tenían el cabello pintado del mismo color de su ropa: beige con detalles turqueza… y yo pensando «¿por qué no traigo mi cámara? podría tomar unas hermosas fotografías de este momento, ni hablar, tomaré imágenes mentales»…entonces la luz del día llegó y desperté de nueva cuenta.

Sueños V

Sudaba, jadeaba y trataba de contener mi euforia,

me resultaba imposible parar;

era como si aquel interminable laberinto alimentara mi frenesí,

entre más intentos hacía por detenerme,

menos podía hacerlo.

Linea recta, vuelta a la derecha, vuelta a la izquierda,

subo, bajo, línea recta, vuelta a la izquierda, vuelta a la derecha,

escaleras, túnel… interminable,

y entonces, sin que pueda evitarlo,

despierto.

Sueños IV

Le sobreviví una sonrisa,

pero jamás iba a salir invicta invicta si lo miraba a los ojos o,

mejor dicho, si dejaba que él me mirara a los ojos,

¿Cómo lo haría si desde el primer contacto sentí que leía dentro de mí?

Esa noche me fui a dormir sin otro anhelo que soñar con él;

soñé que él me tomaba entre sus manos

y yo me convertía en libro…