Mis tres lecciones al inicio de las vacaciones… I.

Rostro al viento a bordo del CHEPE

Otro año más de vacaciones de verano en el que tuve la oportunidad de viajar a la Sierra Tarahumara y aunque debí acortarlo por causas de fuerza mayor, creo que ahora me traje muchos más aprendizajes que el año pasado, quizá porque ahora tenía la encomienda de abrir los sentidos con la finalidad de aprender y de tener más ideas para un nuevo proyecto que emprendo en compañía de algunos amigos.

Nuevamente debíamos levantarnos temprano para abordar el tren a las 6:00 de la mañana, yo desperté desde las 3:23 y estuve dándome vueltas unos 5 minutos hasta que mejor decidí levantarme, total ya no me iba a poder dormir y además tenia que despertar a mi hermana, mi mamá y a mi hijo para salir a las 5:10 de la casa ya que el abordaje comienza a las 5:30 am.

Mi pequeño «maquinista» ya sabía de qué iba todo, porque desde días antes le había enseñado el boleto y cuando lo desperté alrededor de las 4:00 am le dije que era hora de alistarse para viajar en tren.

Estuvo emocionado y afable durante todo el viaje y eso me permitió viajar mucho más tranquila que el año pasado cuando aún no sabía si a medio camino perdería la compostura.

Además ahora viajaba la abuela con nosotros y eso hacía que Adrián tuviera más confianza…salvo breves momentos, tanto mi hermana como yo, nos fuimos de pie en los vestíbulos porque Adrián ama el viento sobre su rostro.

Fue hasta minutos antes de pasar por el túnel más largo del camino que al fin se quedó dormido, lo cual nos vino muy bien porque estaba despierto desde muy temprano y la falta de sueño -como a todos- suele ponerlo de muy mal humor.

Así que la parte más increíble de nuestro viaje en la que el tren traza su camino  en ángulos de 360°, ya en el asiento con mi pequeño en los brazos, duermiendo plácidamente, fue cuando vino a mi mente una idea maravillosa gracias a las palabras del anfitrión que nos atiendió durante el viaje.

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