Pastel de queso y zarzamora

Es una cosa muy simple esto de mi gusto por el pastel de queso con zarzamora…

No recuerdo realmente qué día era, creo que fue en agosto o septiembre, yo estudiaba en Puebla y me escapé a México, era un escape semi-furtivo para ir a visitar a un personaje que marcó en gran medida la forma en la que yo veo las relaciones amorosas ideales (poco menos que imposibles).

Era un viaje de un día para otro, me fui un sábado y para el domingo ya estaba de regreso, pues el lunes tenía que ir a clases. En ese viaje conocí Teotihuacán y quedé maravillada por la majestuosidad de la Gran Ciudad de los Dioses, antes de regresar a Puebla, fuimos a comer a la Condesa, una colonia hermosa llena de restaurantes, cafetines y sitios para pasar un buen rato.

No sé ni qué calle era, sólo recuerdo que quedaba cerca de una sinagoga (jajajajajaja, lo sé, lo sé…) entramos a un restaurante húngaro y mi recuerdo olfativo y gustativo de aquel día se reduce a tres cosas: goulash, café y pastel de queso y zarazmora; el goulash era exquisito, la carne suave, las papas estaban cocidas en su punto…en fin…aquel era el más delicioso café que yo había probado en mis 21 años de vida (sí, era yo muy joven), tan sólo era café americano, pero me supo a cielo y el postre del día era justo el pastel de queso y zarzamora…la combinación de sabores y quizá la compañía me tenían fascinada y tal vez porque en ese momento sentía una extraña combinación de sensaciones que iban del enamoramiento hasta la placentera satisfacción culinaria que aquel día decidí que todo nuevo café al que fuera en mi vida, tendría que pasar la prueba del café acompañado con pastel de queso y zarzamora…y debo decir que hasta la fecha, no existe un sólo lugar que haya superado mis placeres de aquel día.

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